martes, 27 de noviembre de 2012

HISTORIA DE VIDA. PILAR ROYO

Esta pasada semana hemos celebrado los cumpleaños de Pilar y de Teresa. 
Aprovechando esta importante cita, en una de las actividades para mantener activa nuestra memoria, se propuso que las cumpleañeras narraran las experiencias vividas en su infancia.
De este ejercicio surgieron estos bonitos textos, que Pilar y Teresa nos regalan y que a continuación os ofrecemos.



Pilar Royo Gomara

Mi infancia con nueve años era recoger olivas por la mañana. 
Iba con mi hermano, primero cogíamos las del suelo para no pisarlas, luego echábamos unas mantas que eran como sacos y así cogíamos las del árbol, y a las cinco o así de la tarde, volvíamos a casa desde las nueve de la mañana. Las aceitunas del suelo cuestan más de coger porque tienes que estar de rodillas.
Éramos seis hermanos y por entonces mi padre pagaba un arriendo al Ayuntamiento por cobrar un impuesto a los comerciantes, como ahora ponen aquí el mercadillo,
Por ejemplo, un señor extendía en el suelo una manta con sujetadores, bragas, camisas, camisetas, de todo y yo tenía que ir allí porque mi padre pagaba un impuesto al ayuntamiento por cobrarles a los que iban allí de comerciantes e iba yo a cobrarles que eran 2 o 3 pesetas. A veces los señores no me querían pagar hasta que no vendían y yo les amenazaba con ir al alguacil que entonces les cobraba un duro de multa. Mi padre me espabiló a mi mucho. Después de eso yo me iba a la escuela que siempre iba tarde, mal y nunca.
Después se mataban cerdos en el pueblo. Iba yo con una romana por las casas que pesaba por lo menos 20kgs. Y cada uno que mataba un cerdo, me tenía que pagar un real por kg,  era un impuesto. 
Iba yo y allí estaba el cerdo colgado para que se secara, que lo habían matado el día de antes. A veces querían que me esperase unos días pero el cerdo mermaba y no colaba. Muchas veces no me hacía falta pesarlos, ya sabía yo lo que pesaban…
Lo primero que hacía la gente eran las morcillas, quitaban las mantecas de los cerdos y la cabeza. Así que muchas veces yo llegaba y ya no tenía el cerdo cabeza. Yo les decía que nunca había visto un cerdo sin cabeza así que les decía que por los menos me tenían que pagar con arreglo a 8kg de cabeza… ellos se ponían las manos en la cabeza pero un cerdo de ciento y pico kg su cabeza pesaba eso. Les decía yo que tenían que haber avisado a mi padre antes de partirlo en pedazos y que como no lo hicieron pues había que calcular a bulto. 
Siempre protestaban… pero luego siempre me pagaban.
Les metía prisa para que me pagaran.  
Yo siempre decía que mi padre me había espabilado mucho pues éramos 6 hijos para comer y como quien dice, él solo para trabajar.
Mis hermanos tenían otro oficio, iban con una furgoneta por los pueblos vendiendo vino nuestro casero.
Un día que estaba yo en el horno pues llevé el pan con 10 o 12kg de masa para asar, y había una cabeza para asar, le pregunté a la señora del horno que quién se la había llevado y me lo contó. 
No le dije ni pío a mi padre pero cogí un recibo y fui a casa del dueño del cerdo. 
Yo era muy descarada, lo descarada lo hace la necesidad. Teníamos una hermana paralítica y esa nos gastaba mucho. 
Cuando llegué a la casa del dueño del cerdo, le pregunté que cómo estaba la cabeza que habían asado y me negaban que hubieran matado un cerdo. Así que, le pedí que me dejase ver su granero pero no quería, entonces yo les amenazaba con el alguacil. Y además les decía que le iba a decir más kg de los que pesaba su cerdo, pues por la cabeza que había visto en el horno yo ya sabía lo que pesaba el cerdo. Entonces amenacé con cobrarle 10 pesetas aunque realmente fueran 5, y él empezó a reconocer que había matado un cerdo.
A ese hombre le llamaban “el sacapieles”. Era el más tramposo del pueblo porque tenía mucho campo y llevaba a mucha gente a vendimiar y todo. 
Mi padre gozaba contando esta historia en el café. Pero yo lo que quería era llevar dinero a casa.
Nosotros a final de año teníamos que dar cuenta de todo lo que habíamos cobrado y nunca nos dijeron que teníamos que hacerlo sino que queríamos hacerlo y ¡Cuidado de pasarnos algo! 
Y así estuve hasta que me casé.
De todo me acuerdo igual que si hubiera pasado ahora.

Nos ha encantado tu historia Pilar, esperamos que a lo largo del curso nos vayas contando más anécdotas de tu infancia.
¡¡Muchas gracias Pilar!!

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